La última obra de Albert Boadella y Els Joglars titulada «La Cena» se representará en el Gran Teatre

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La gira de ‘La cena’ finaliza el 27 de noviembre en el Gran Teatre de Xátiva. Entradas en www.servicam.com y al teléfono 902 444 300.

Desde mayo del 2008 ‘La cena’ se habrá representado en 61 ciudades de 16 comunidades autónomas.

Una vez finalizada la gira, la compañía reemprende los ensayos de la nueva producción titulada «2036 EL HOMENAJE» cuyo estreno está previsto a principios de febrero en el Teatro Lope de Vega de Sevilla y que constituye el primero de los actos del 50 aniversario de la compañía, que se cumple en 2011

La cena
Cuento medioambiental con aliños de Las cuatro estaciones de Vivaldi
Algunas razones que nos han impulsado a construir la Cena
Vivimos en la época de mayor esplendor del Tartufo. El gran personaje de Molière tiene hoy su máxima expansión en nuestra sociedad. Raudales de palabras altisonantes y una ostentación pública de filantropía son las señas de identidad de una época exhibicionista que se finge magnánima.

En este sentido, observamos el gran negocio del medioambiente y la frivolidad política sobre un tema que afecta a toda la humanidad. El disparate se halla en el constante estímulo de una política de consumo compulsivo que al mismo tiempo provoca el supuesto cambio climático mientras se proponen simulacros de lucha por un mundo sin contaminación.

Constatamos una demanda progresiva de dioses laicos, ya sea en las tendencias apocalípticas o, incluso, en la gastronomía y el ocio. Ello induce a una natural predisposición social para convertir en doctrina ordenancista cualquier liderazgo, invocando razones superiores a la libertad individual, como puede ser la salvación del planeta.

En definitiva, el glaciar Perito Moreno seguirá retrocediendo si le da la gana, pero también es posible que lo haga si tanto empeño ponemos en ello.

Breve aproximación al tema
La Cena es una sátira que se desarrolla en distintos ámbitos centrados en el tema del medio ambiente y el cambio climático.

La obra se inicia a través de la preparación de una cumbre internacional sobre cuestiones climáticas celebrada en un Parador Nacional, y en la que el Gobierno español se responsabiliza de la cena de clausura. En dicho ágape, se pretende deslumbrar a los mandatarios extranjeros ofreciendo un menú encomendado a un genio gastronómico, como demostración de alta cocina vanguardista respetuosa con la ecología y el medioambiente. Este es el motivo bajo el que se inicia la obra y a través del cual nos va introduciendo en algunos de los aspectos esenciales del tema:

La impostura y la frivolidad con que las administraciones políticas tratan las cuestiones que tienen que ver con la naturaleza y el medioambiente.
El fomento de los temas ecológicos y del cambio climático, promovidos en versión catastrofista, lo cual engendra una nueva moda que inspira su tratamiento como forma contemporánea de religión.
La disposición de la gente a seguir cualquier quimérico o astuto majadero publicitado por los medios y decidido a subyugarles invocando una razón de orden superior. En este caso, el pretexto es la supuesta destrucción del planeta.
Confiamos en que la ola de puritanismo no pretenda ahora legislar contra el humor sobre los nuevos tartufos, disfrazados hoy de paladines del altruismo y el progreso sostenible. Siempre nos quedará la sátira como respuesta civilizada a la impostura.

Nada que añadir
Nueve actores. Seis meses de ensayo. Sólo una tarima y una mesa en la escena. Como fondo, la reproducción del mapamundi renacentista del Palazzo Farnese. El montaje se sustenta sobre 47 años de andanzas de Els Joglars y la bolsa cosechada en la obra anterior. Nada más. Estos son los sobrios ingredientes con los cuales empezó un proyecto que hoy es el espectáculo que van a contemplar.

En cuanto a los contenidos, permítanme un farol: Utilizamos el largo tiempo de preparación para conseguir que no sea necesario indicarles nada más de lo imprescindible sobre el tema. Transformar lo complejo en sencillo y comprensible, y no al revés, debería figurar como la cualidad esencial del artista, pero nuestro tiempo se inclina por acompañar las obras con estuche literario altisonante. Lo que yo pueda decirles aquí no cuenta para nada, y solo serviría como justificación de mis inevitables errores en el oficio de contar una historia. Al mismo tiempo, supondría desconfiar de su propia capacidad de percepción.

La suerte está echada y, al abrirse el telón, empezará el único discurso auténtico y veraz del artista: la obra.

Confío en que su disfrute sea equiparable al que nosotros experimentamos en cada representación.

Albert Boadella