Sólo seis de cada diez empresas tienen una herramienta para gestionar el riesgo de crédito.
Mónica de la Rosa
Los últimos datos sobre morosidad sitúan a los 3,7 millones de empresas que hay en España en una situación más que difÃcil, ya que el 65% de las pymes (un 98% de las empresas españolas), se acerca a una situación de quiebra debido fundamentalmente a dos motivos: por recibir sus pagos con retraso, y por las pérdidas que le generan los impagados.
España es el segundo paÃs con el plazo de pago más largo, 98 dÃas frente a los 57 de Europa; retraso que produce efectos devastadores en la ya maltrecha cuenta de resultados: desde intereses adicionales, pérdida de beneficios y menor liquidez, cuando no una seria amenaza para la supervivencia e incluso daños en la reputación de la empresa. Si a ello sumamos además que el porcentaje de denegación de créditos a pequeñas y medianas empresas se ha triplicado en un mes pasando del 11% al 33%, y que el porcentaje de pymes que aseguran tener problemas de financiación ha pasado del 65% al 88%, el cocktail está servido.
En medio de esta coyuntura nada halagüeña y a pesar de la creciente morosidad, sorprende que tan sólo seis de cada diez empresas estén preparadas para controlar la morosidad de forma eficiente, lo que le permitirÃa seguir creciendo y aumentando sus ventas. Las polÃticas de control de riesgo en las compañÃas que venden a crédito se están volviendo más restrictivas, con el fin de blindarse frente a una morosidad en alza. Ahora bien, este endurecimiento perjudica las ventas, y las mismas empresas ven cómo se ralentiza su crecimiento.
Además, con polÃticas de riesgo más severas, los analistas de riesgo ven incrementado su trabajo en un 200%, pues prácticamente todas las solicitudes han de ser calificadas y en su mayorÃa revisadas manualmente. Sin las herramientas informáticas adecuadas, es difÃcil exigirles un mayor control, no sólo sobre el volumen de operaciones al que se enfrentan cada dÃa, sino también en que la toma de decisiones sea correcta, pues muchas solicitudes pueden ser rechazadas sin motivos objetivos de peso.
Al no contar con la suficiente información sobre los clientes, ni con herramientas de calificación de riesgo adecuadas, los casos de falso riesgo se disparan, perjudicando directamente el negocio y la imagen de empresas reconocidas socialmente como solventes durante años. El resultado es que también la empresa solicitante, al no obtener financiación, se ve perjudicada en su crecimiento, afectando todo ello en su conjunto a la economÃa global. Parece que conseguir un equilibrio entre ambas polÃticas de empresa, la de ventas y la de riesgos, es una cuestión que trae de cabeza a directivos y empresarios hoy en dÃa.
Fuente: www.empresayfinanzas.com