Una corona herrumbrosa es mala cosa

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ARTICULO DE OPINIÓN |  Jesús Antonio Fernández Olmedo

Cuando una corona, que no es de metal noble, empieza a oxidarse, si no es cuidada con dedicación y con celo, al paso del tiempo se convierte en un objeto herrumbroso y desechable que ya no es jamás recuperable. Y aquel símbolo o mito que representaba, pierde valor en las creencias populares que, por miedo, fue arraigado en el seno de una estructura social.

Este fenómeno humano se ha producido en un reino cuyos pilares en origen nunca fueron verdaderos por derecho institucional. Es por ello que han pasado muchos vientos políticos que, poco a poco, osteoporiza los huesos de esta institución de poder letalmente y hoy, aquí, en la Hispania Romana, sólo tiene una alternativa: la de limpiar su nombre con la abdicación del portador de esta herrumbrosa corona que lo único que produce es menoscabo de la Jefatura del Estado y de la propia institución monárquica la cual, a su vez, está menoscabando sin remisión la ética de este mito y de sus creencias en la población.

Aunque hay acérrimos defensores, estos están aferrados a un tiempo tradicional y obsoleto que ya cayó y por la época histórica en que estamos viviendo, de desestructuración agónica social, el cual ya no volverá.

Lo que corresponde es quemar toda la escoria social en estado de descomposición de arriba a abajo y empezar a construir otro modelo social: el pueblo llano en colaboración solidaria con los sectores sociales preparados en los distintos ámbitos del quehacer social, sectores que han guardado la dignidad humana y los valores éticos básicos de convivencia.

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