Artículo de opinión | Jorge Herrero Montagud, miembro de la candidatura de Yolanda Pérez.
Decía Winston Churchill que “el éxito es ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”, y es totalmente cierto. Yo mismo he podido sufrirlo recientemente, y por ese entusiasmo al que hace referencia el estadista británico, voy a seguir intentándolo porque soy una persona con inquietudes y que siente pasión por la política municipal. Supongo que muchos se preguntarán porqué decidí arriesgarme en una aventura que tenía un final escrito. Tal vez me gusten los retos, y si además van con cierta dosis de dificultad, todavía me atraen más. Al final el resultado es el que es, y solo cabe asumir y aceptar la decisión de la gente que libremente ha ejercido su derecho al voto, y ha expresado su voluntad. Ello, por lógica, no excluye que los políticos ejerzamos nuestro derecho a analizar esos resultados, y personalmente tengo que decir que siempre he intentado ser muy realista y consecuente, evitando justificaciones vacías. En este caso valdría la pena aplicar el sentido de lo que en su día dijo Bill Gates, “Está bien celebrar el éxito, pero es más importante prestar atención a las lecciones del fracaso”. Porque más allá de victorias o derrotas útiles, de análisis sobre la extrapolación de resultados anteriores, incluso de conformarse aprovechando aquello de “mal de muchos …”, pienso que los políticos tenemos la obligación de captar de forma responsable el mensaje que la gente nos lanza en las urnas y reaccionar en consecuencia. De nada sirve disfrazar el fracaso o justificar la realidad, porque el hecho incontestable de las consecuencias de un recuento electoral, coloca a cada cual en el sitio que le corresponde. A nosotros en este caso nos coloca en la irrelevancia, porque la soberanía ha decidido que no tengamos representación alguna en el consistorio de Xàtiva. Y no es porque no tuviéramos ciertas aspiraciones remotas, pero asumimos de forma clara y responsable esa decisión de cuantos votaron el día 28 de mayo.
Pero si quiero dejar una cosa clara, y no es otra que afirmar que seguramente lo voy a volver a intentar, porque ese paréntesis que anuncié en 2019 todavía no ha llegado la hora de cerrarlo. Lo hago después de una larga y profunda meditación y volviendo a asumir ese riesgo, pero con pleno convencimiento y con la máxima confianza hacia las personas que me han acompañado en esta dura travesía.
Y volviendo a esa realidad, los resultados del 28 de mayo han dejado un escenario político en Xàtiva muy complicado. Los dos grandes partidos no han logrado una mayoría suficiente que les permita gobernar en solitario, o simplemente dependiendo de un pacto que no establezca una dependencia notable. Es ahí donde radica la dificultad, porque el vencedor de estos comicios, el PSPV, tiene un grave problema dado su anterior historial anterior con aquel Pacte de Sant Domènec. Todos conocemos el final que tuvo y las consecuencias en la legislatura posterior. En aquel pacto Xàtiva Unida tuvo un protagonismo esencial asumiendo tareas de gobierno junto al otro socio, Compromís. En aquel entonces, los socialistas aplicaron su estrategia consiguiendo debilitar a sus dos socios, llegando incluso a hacer desparecer a uno de ellos (Compromís), golpe del que en estas elecciones no se ha recuperado. Y esa misma estrategia también provocó una bajada importante de votos de su otro socio, Xàtiva Unida, efecto que todavía perdura dada la nueva pérdida de votos situándolo en la actualidad en 4 concejales.
Los socialistas van a tener que pactar si o si, y ahora no van a encontrar las facilidades del transfuguismo, ni la inexperiencia del aquel pacto santo. La experiencia debería servir para que los que ahora son su principal baza, negociasen esa probable alianza pero con unas condiciones muy distintas a las de 2015.
Visto lo visto, el escenario es el que es, y requiere que sus protagonistas tengan la altura política necesaria para afrontar este panorama. Deben ser consecuentes y responsables, dejando atrás sus aspiraciones y egos, para dejar paso a su capacidad negociadora, siempre basándola en objetivos positivos para toda la ciudadanía, dejando a un lado revanchas y reproches.
En esto consiste la Democracia, en debatir y negociar, en llegar a acuerdos sin excluir las posibles opciones. En definitiva, demostrar que se tiene esa capacidad de anteponer el interés general a las aspiraciones personales.
Espero y deseo, que sean capaces de verdad, porque de lo contario, van a traicionar ese mandato que les ha encomendado las urnas, y del que están obligados a cumplir de forma responsable.