George Nougat | Escritor de ficción y original de Ontinyent.
La que, sin duda, ha sido la mejor serie de televisión hasta el momento ha llegado a su fin. La última temporada de Juego de Tronos ha impactado con un final inesperado que, sin embargo, no ha terminado de convencer a los fans ya que, como se dice, “nunca llueve a gusto de todos”.
Esta última temporada ha expuesto realidades como que las cosas no siempre ocurren como uno quiere o que el poder, a la larga, siempre corrompe. Además, también nos deja momentos entrañables y cambios repentinos de guión que dan lugar a otros mucho más frustrantes. Pero eso es lo que siempre ha sido Juego de Tronos: un sinfín de tramas—unas más interesantes que otras—que raramente concluyen con el final esperado.
De esta última temporada, yo me quedo con las reflexiones de Tyrion; con el momento en el que Drogon destruye lo que realmente acabó con su madre y con un final que, a pesar de las circunstancias, podríamos considerar “feliz”.
No ha sido el final que esperábamos, ni mucho menos; con la heroína convertida en villana y con el mundo olvidando la historia del auténtico héroe mientras éste se aleja más allá del muro huyendo de su verdadero destino. Algunos esperaban un final con ambos Targaryen sobrevolando Poniente a lomos de su dragón mientras sonaba de fondo ‘Un mundo ideal’ de Aladdin, pero todos sabíamos que eso no iba a ser posible puesto que, al final, la única canción de hielo y fuego jamás cantada fue la de Rhaegar y Lyanna.