Ante la situación generada por la pandemia se vienen practicando como sabemos incineraciones, lo haya querido o no el difunto, y, en muchos casos, no se celebran funerales ni velatorios. Es imposible no abrazarse, tienes que llorar solo prácticamente, manteniendo la distancia de seguridad, hay familias que no han podido despedir al difunto… directamente lo han incinerado dada la masiva cantidad de defunciones de estos días.
Funerarias y servicios en este campo totalmente saturados, en Estados Unidos se hacen fosas comunes, al estilo de épocas de guerra. Se prohíbe practicar la autopsia por la situación de contagio.
Ante esta situación, nos obliga a plantearnos una serie de preguntas personales ¿cuales son nuestras creencias? ¿creemos solo en lo físico, en lo que vemos, en lo que podemos palpar, observar? Llevamos viviendo mucho tiempo en un mundo donde lo único importante es lo material, para ello estamos educados; y no para «ver», «sentir» u «observar» otras realidades. El mundo de hoy ha perdido toda mística.
Por eso mismo no hay búsqueda, no hay investigación o inquietudes en temas que no vayan mas allá de lo practico. Así nos educaron a nosotros y así educamos a nuestros hijos. El ser humano tecnológico cree que con la muerte todo se acaba. Existe la interioridad humana, lo interno, un espacio infinito en donde podemos profundizar en nosotros mismos ilimitadamente.
Espacios de búsqueda (espacios de espiritualidad podríamos llamarlos), otros lugares, en donde a través, por ejemplo (por poner un ejemplo), por vía de la meditación podemos arribar. El cuerpo yacente que nosotros vemos no es la persona que recordamos y que estaba con nosotros. La vida ha cesado en ese cuerpo, debemos de hacer un esfuerzo por separar el cuerpo de la persona que recordamos. Las acciones realizadas por esa persona y su influencia no se detendrán jamas. La muerte solo ha paralizado el cuerpo y la mente, una vez más, se ha liberado triunfalmente y se abre paso hacia la Luz… Sea cual fuere nuestro parecer, no lloremos los cuerpos.
Meditemos más bien en la raíz de nuestras creencias y una suave y silenciosa alegría llegará hacia nosotros.
Jesús Antonio Fernández Olmedo