Articulo de opinión | Josep Esteve Rico Sogorb
A pesar de la rebaja del IVA en el importe del recibo de la luz, el precio del megavatio/hora ha vuelto a batir otro record histórico tras varios días de subidas. Más de cien euros resulta extremo, exagerado, abusivo, elevado y demasiado caro. Tal subida es un robo, una rapiña, un saqueo, un atraco, un asalto (legal, claro) a los bolsillos de muchos ciudadanos, especialmente de aquellos que sufren ‘pobreza energética’. Pero también es una puñalada para las familias de la cada vez más reducida y deficitaria clase media. Se agradece ese 10 % de IVA que nos ha ‘regalado’ el Gobierno, pero es insuficiente.
El precio del megavatio/hora se decide en ‘subasta’, así está regulado y montado el sistema o ‘chiringuito’. Un sistema que se aprovecha de la ignorancia de la mayoría de los consumidores acerca de cómo funcionan las subastas eléctricas y las empresas energéticas privadas y que se desarrolla como un ‘tinglado pseudogansteril’ o como un zoco-bazar de ‘mercado persa’ en el que el megavatio/hora y su precio se ’juegan’ subastándose al ‘mejor postor’ con sus pujas, alzas, vaivenes, tiras y aflojas.
Coinciden la subasta energética y la de la Bolsa en cuanto al procedimiento de pujas pero se diferencian en que la primera se juega algo intangible e inmaterial como la electricidad (corriente eléctrica) y la segunda se juega cosas materiales como dinero (billetes, bitcoins, cryptomonedas) y acciones-valores-participaciones en empresas y servicios. Una se juega la LUZ, la otra se juega el DINERO. Dos conceptos diferentes y necesarios, aunque prioritariamente la luz sea más VITAL. El mercado bursátil busca enriquecer a quienes participan, y se benefician de ello muchas personas y empresas, organismos e instituciones. El mercado energético es mas elitista y endogámico: solo se enriquecen las propias empresas privadas eléctricas y de gas así como sus altos ejecutivos (algunos, lamentablemente, se vieron envueltos en procesos judiciales por presuntas irregularidades). Es una especie de ‘cosa nostra’ entre un grupito de jerifaltes de consejos de administración.
Los dirigentes de las compañías eléctricas privadas que manejan los hilos en las subastas energéticas se comportan como si fueran ‘brokers’ de Bolsa o ‘Lobos de Wall Street’ cuando no lo son. Esa voracidad depredadora es clara: megavatios/hora a más de cien euros. Suma y sigue. Pero señores, ¡qué estamos hablando de energía, de un bien común de primerísima necesidad, de utilidad pública prioritaria, vital e imprescindible! Más imprescindible que el dinero, porque sin luz, sin corriente, sin electricidad, no podríamos trabajar ni comer ni producir/generar dinero. Tampoco podríamos estudiar, investigar, crear, en definitiva: no podríamos VIVIR. Incluso para generar riqueza productiva, para hacer dinero, para crear economía; hace falta luz.
Por ello, este sistema de subasta eléctrica de carísimos precios, en la actual situación de pobreza energética, precariedad económica y crisis financiera, todo esto agravado por la pandemia; resulta humillante, ofensivo, discriminatorio, abusivo, depredador, agresivo, hostil, caciquil, marginativo, supremacista, dominante, impositivo, dictatorial…para el españolito de a pie. ¿Quieren más calificativos?
La subasta energética convierte al megavatio/hora en ‘moneda de cambio’, en objeto ‘fetiche’, en una pelota que las compañías y sus directivos se pasan entre si. Que se subasten obras de arte como artículos de lujo para unos pocos privilegiados mediante carísimas pujas, es lógico. Pero que nuestro vital megavatio se subaste como si fuera un artículo de lujo cuando debería ser tratado modesta y humildemente como lo que es (un bien común de primera necesidad y de prioritaria utilidad pública); no es de lógica, no es de recibo y es un atropello.
La luz debería ser como la Sanidad y la Educación: PÚBLICA, estatal, nacionalizada. Precisamente para evitar tanta especulación, irregularidades y precios abusivos, para aliviar las maltrechas economías de tantos consumidores y para acabar con la pobreza energética. Gobiernos de izquierdas y de derechas de varios países (se trata de gestión, las ideologías o los regímenes están al margen) tienen nacionalizada la luz fijando un precio justo, equilibrado, aceptable, asequible y accesible a todos y para todos los bolsillos que además controlan y regulan evitando subidas de precio astronómicas.
La nacionalización de la luz (es lo mejor) será difícil, me consta. Demasiados intereses. Las empresas privadas energéticas ya presionarían al Gobierno para evitarla. Y de momento, mientras esperamos esta casi utópica nacionalización de la luz, el Gobierno debería coger el toro por los cuernos, hacer caso de los demás (porque en este tema de las elevadas subidas de precio del megavatio/hora tiene en contra no solo a la oposición de centro-derecha, derecha y ultraderecha sino también a sus socios de izquierda de Podemos) y de una vez por todas acabar con esta injusticia fijando un precio exacto y razonable, más bajo que el actual, un precio justo e intermedio (ni muy bajo para que las compañías no pierdan beneficios ni demasiado caro para que el consumidor pueda subsistir) .
Ya está bien. Nos están sangrando económicamente con el recibo de la luz. Los directivos de las compañías eléctricas viven como reyes y los demás como mendigos. Vergonzoso.