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Xativa sostenible

El murmullo de un bar setabense al caer la tarde es una estampa familiar. El tintineo de los vasos, el aroma a café, las carcajadas y el sonido seco de los naipes en una partida de truc. Esa es la postal de siempre que todos conocen.

Pero a pocos kilómetros, un joven de la misma ciudad juega al poker en su habitación. Y no en una, sino en múltiples mesas virtuales contra oponentes repartidos por todo el globo.

Son dos caras de la misma moneda del ocio en Xàtiva, pero separadas por una brecha generacional. La tecnología, y el póker online en particular, está cambiando la forma en que los jóvenes de la ciudad se relacionan y compiten entre sí.

Por supuesto, se pierden algunas cosas en el camino, pero otras simplemente se transforman.

De la partida en el bar a los torneos globales

Durante siglos, los juegos de naipes han sido mucho más que un pasatiempo en la Comunitat Valenciana. Partidas de truc o de brisca creaban espacios donde los lazos se forjaban y se cuidaban.

El truc, en concreto, forma parte del patrimonio cultural valenciano, y su corazón todavía late con fuerza en las mesas de los pueblos.

El ambiente era inseparable del lugar. Bares, casales falleros, plazas e incluso los hogares funcionaban como puntos de encuentro. La interacción era cara a cara, pero salpicada de un lenguaje no verbal tan importante como las propias palabras.

Para las generaciones anteriores, este tipo de ocio era un pilar. Se aprendía a leer a la gente y a manejar esa astucia tan propia de la cultura local. Engañar o lanzar un farol formaba parte del juego y era un entrenamiento informal para la vida misma.

La generación Z se sienta a la mesa virtual

El éxito del póker online entre los más jóvenes se debe, sobre todo, a una accesibilidad sin precedentes. Mientras que la partida del bar requiere quedar y buscar un sitio, la mesa digital está disponible las 24 horas del día. La partida está siempre a un clic de distancia.

Pero en el póker hay mucho más. Este juego no va de solo azar. Ahora, se presenta como un desafío mental, incluso un deporte mental, donde conceptos como el cálculo de probabilidades o la teoría de juegos son la base.

Además, las competiciones de póker se dan a nivel global. Un joven de Xàtiva ya no se mide con sus vecinos, sino con jugadores de todo el planeta, mientras aprende de los mejores en plataformas como Twitch o YouTube.

El fenómeno en cifras

Los informes autonómicos y nacionales dibujan un panorama muy definido de las nuevas preferencias del joven de Xàtiva. El nuevo jugador digital es, mayoritariamente, un hombre joven. Según el Ministerio de Consumo, la franja de edad de 18 a 25 años es la que presenta un mayor riesgo.

El póker online ha transformado el espacio de socialización, pasando del entorno público y supervisado de un bar al ámbito privado y, a menudo, solitario de una habitación.

Esto ha alterado por completo la percepción del peligro. Y para entender la dimensión del fenómeno, basta con mirar las cifras:

  • Solo en 2023, este segmento generó en España unos ingresos brutos de 105 millones de euros.
  • Un 24,06 % de los jóvenes entre 18 y 25 años ha jugado a las cartas online en el último año.
  • Un estudio de la Universitat de València señala que el 14,5 % de los adolescentes valencianos presenta un «juego de riesgo», con una prevalencia de adicción diagnosticable del 1,9 %.

¿Queda algo del truc en el all-in?

A simple vista, el salto tecnológico parece insalvable. Sin embargo, bajo la superficie digital, sobreviven impulsos muy familiares. La esencia de ambos juegos reside en una batalla de información incompleta, en saber qué ocultar y qué mostrar.

Por ejemplo, el farol, que es la táctica más icónica del póker, no es otra cosa que la versión globalizada de la picaresca del truc. La agudeza para aparentar fortaleza en la debilidad es exactamente la misma.

La gran duda es si estas nuevas comunidades virtuales pueden tejer los mismos lazos sociales que se creaban en una partida física. Aunque las plataformas ofrecen chats y clubes privados, a esa interacción online le falta la espontaneidad del encuentro cara a cara.

Con eso, se puede decir que la tradición del juego en Xàtiva no está muriendo. Las motivaciones de fondo, como el afán de competir y la necesidad de conectar con otros, siguen ahí.

La tecnología simplemente ha descompuesto el ritual. Ahora, la competición se da a escala planetaria, y la parte social se recompone en servidores de Discord o grupos de WhatsApp.

El espíritu del truc no se ha extinguido. Resuena en el eco digital de un all-in.

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