Formaba parte de un grupo organizado que desembarcó en Valencia cuatro toneladas de cocaÃna valoradas en más de 300 millones de euros
El Tribunal Supremo ha confirmado la pena de nueve años de prisión que pesaba sobre D.S.T, catequista en una parroquia de Xà tiva en los últimos años, que fue detenida en una operación contra el tráfico internacional de drogas en el puerto de Valencia. La red a la que pertenecÃa la condenada fue desarticulada en agosto de 2001, cuando intentaba introducir cuatro toneladas de cocaÃna oculta en latas de sardinas procedentes de Ecuador. El valor de la mercancÃa intervenida en el mercado negro superaba entonces los 300 millones de euros -unos 50.000 millones de pesetas-, según recoge la sentencia hecha pública ahora por el Alto Tribunal.
La catequista fue detenida en compañÃa de su hermano y su marido. Los tres regentaban una empresa consignataria, en cuyos almacenes fueron encontrados 3.600 paquetes ocultos en 259 cajas de Sardinas Realeza en salsa de tomate. En la operación también fueron apresados los cabecillas de la red, dos narcotraficantes con antecedentes penales que regentaban un «pub» en la zona de ocio de la plaza Cánovas de Valenciana.
Según parece, D.S.T y su marido, V.J.T, una vez salieron en libertad bajo fianza, se trasladaron a vivir a casa de la madre del marido, natural de Xà tiva. En la capital de la Costera reanudaron su vida, a la espera de que se dictara sentencia. La mujer empezó participar en las actividades de la parroquia del barrio y fruto de este interés logró formar parte del grupo de catequistas. Parece ser que la mujer mantenÃa que iba a salir absuelta, dado que hacÃa responsable de todo a su hermano, O.S.T, condenado a diez años de prisión, uno más que la pena impuesta a su esposo.
Cuando salió el primer juicio, hace dos años, la catequista continuó con las clases debido a que confiaba en que el Supremo rectificara el primer fallo, pero, al contrario, ha confirmado la pena. Fuentes de la parroquia han mostrado su «consternación» y «repulsa» por los hechos que han motivado la condena de la catequista, y aunque reconocen que la catequista «nunca dio ningún problema«, insisten n que «es un pecado mortal traficar con drogas y está fuera de toda duda de que es un comportamiento deleznable e impropio de un creyente«.
Texto: Levante-EMV