Esta patología afecta a más del 50% de los mayores de 65 años
El Servicio de Oftalmología del Hospital Universitario de La Ribera diagnostica cada año cerca de 4.000 nuevos casos de cataratas, una patología oftalmológica que afecta a más del 50% de los mayores de 65 años de edad y se eleva hasta al 70% en los mayores de 75.
Principal causa de ceguera en el mundo, las cataratas se caracterizan por la opacidad del cristalino -encargado de enfocar la luz que llega al ojo- que provoca que la visión de una persona se vuelva borrosa y turbia. A pesar de que hoy en día se desconocen las causas que originan esta patología, sí están identificados ciertos factores que pueden acelerar su progresión, como el tabaquismo, la diabetes o la excesiva exposición de los ojos a la luz solar.
En palabras del Dr. Juan Miguel Tomás, Jefe del Servicio de Oftalmología del Hospital de Alzira, “los primeros síntomas de las cataratas no se manifiestan de inmediato sino que son progresivos; por eso es muy importante que las personas de edad avanzada estén atentos a cualquier cambio en la calidad de su visión, como pueden ser una imagen nublada, dificultad para ver de noche o con poca luz, sensibilidad al resplandor o visión amarillenta».
Según el Dr. Tomás, “no todos los casos diagnosticados de cataratas requieren intervención quirúrgica ya que, a pesar de sufrirlas, el paciente sigue teniendo una buena visión. En esos casos, se lleva a cabo un seguimiento del paciente para procurar que la enfermedad no vaya a más.”
En cuanto al número de pacientes que sí necesitan ser operados, el Servicio de Oftalmología de La Ribera intervino el pasado año 2014 a más de 2.000 personas por cataratas, lo que le sitúa como uno de los centros sanitarios más activos de la Comunidad Valenciana en el tratamiento de esta patología.
Moderna técnica de ultrasonidos
Para abordar este problema oftalmológico el centro de Alzira aplica la facoemulsificación y aspiración de cataratas, una moderna técnica de ultrasonidos que permite romper el cristalino que se ha vuelto opaco (la catarata) y aspirarlo para su eliminación.
Para ello, el oftalmólogo realiza una pequeña incisión de entre 2,2 a 2,7 milímetros en la periferia de la córnea, a través de la cual se fragmenta y pulveriza la catarata y se aspira. Posteriormente se coloca una lente intraocular que sustituye al cristalino que se ha retirado.
Según el Jefe del Servicio, “el objetivo de esta intervención es que el paciente quede con una graduación próxima a cero; es decir, que tenga una visión lo más nítida posible. Para ello contamos con todos los adelantos tecnológicos para el cálculo de la lente que se coloca.”
La mayor parte de estas operaciones se realiza con anestesia tópica, esto es, mediante la administración de gotas y sin necesidad de pinchar el ojo, lo que no solo resulta más cómodo y nada doloroso para el paciente, sino que además evita posibles complicaciones secundarias al pinchazo.
Asimismo, el Dr. Tomás afirma que “esta intervención no necesita puntos de sutura en la herida, por lo que el paciente recupera la visión rápidamente, siendo sólo necesario unos pocos cuidados los días siguientes a la operación.”