El patronato del museo de Bellas artes de Valencia autoriza la cesión temporal de la escultura del siglo IV a.C.
Bocairent contará este año con su león ibérico. El préstamo de la escultura del siglo IV a.C. fue aprobado por la junta del patronato del museo de Bellas artes de Valencia el pasado 22 de diciembre según comunicó la institución al consistorio de la Vall d’Albaida esta semana. La cesión fue estudiada una vez consultados los informes de los técnicos del centro a raíz de la petición formulada por el alcalde Josep-Vicent Ferre el último agosto.
El Ayuntamiento de Bocairent pretende celebra una exposición sobre la pieza en el museo arqueológico municipal Vicent Casanova desde marzo hasta octubre, aproximadamente. Por eso, el consistorio está preparando un proyecto expositivo coordinado por Joan Castelló Cantó, licenciado en Historia del arte, y por la Concejalía de Cultura y Patrimonio que prevé toda una serie de acciones entorno a la escultura íbera como publicaciones, visitas escolares o actividades diversas.
La programación servirá para conmemorar el 120º aniversario de la donación efectuada por Vicente Calabuig y Carra, propietario de la finca donde fue localizada la pieza y catedrático de la Universidad de Valencia, al museo de Bellas artes de Valencia. Por eso, Josep-Vicent Ferre muestra “en nombre de todo el vecindario” el agradecimiento al patronato del centro y a la Conselleria de Cultura por haber atendido “una petición reiteradamente solicitada y no resuelta favorablemente hasta la presencia de nuevas sensibilidades en la gestión cultural valenciana”. De hecho, el alcalde de Bocairent considera “un hito de gran relevancia” que “uno de los símbolos de nuestro pueblo vuelva aunque sea temporalmente a la tierra que lo vio nacer después de tanto tiempo”.
León ibérico
El león ibérico fue localizado a mediados del siglo XVIII en la loma de Galbis, próxima al nacimiento del río Vinalopó, partido en dos “grandes trozos y otro pequeño, y no se pudo encontrar el correspondiente a las patas delanteras”, según las crónicas de la época. Con 90 centímetros de alto y 112 de largo, los historiadores consideran que formaba parte de un templo.
Enrique Pla Ballester describía la escultura como un “animal tendido, con las patas traseras dobladas bajo los cuartos posteriores y, al parecer, debía tener las delanteras extendidas hacia el frente; la cola está metida entre las patas y asoma su extremo por encima de la garra izquierda; la cabeza presenta un aspecto extraño a consecuencia de haber perdido las orejas y el extremo delantero del hocico, pero permite ver la buena talla en la comisura de los labios y en las líneas representando los pelos del bigote. El cuerpo, de línea suave, tiene marcadas las costillas mediante ligeras ondulaciones, y el cuello, largo y esbelto, apenas si deja entrever la melena, finalmente grabada”. Así pues, el estudioso considera que “una leve desviación, hacia la derecha, del cuello y de la cabeza dan a la pieza una sensación de viveza que contrasta con el hieratismo de otras esculturas y con la pesadez del cuerpo. El conjunto sugiere fuerza y vida, a pesar de las mutilaciones que el trascurso de los siglos ha causado”.