ARTÍCULO DE OPINIÓN: Vacaciones en el cielo: Hospital Lluis Alcanyis de Xàtiva

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Hay personas mágicas, ahora lo sé. Su magia, a veces por falta de comprensión, nos resulta irracional, irritante e insoportable, pero cuando entendemos las causas que provocan esas actitudes comprendemos que son ángeles a quienes en un momento de su vida y, quién sabe por qué motivo, se les quebró una de sus alas y empezaron a revolotear y chapotear por los lodos hasta terminar disfrazados de esperpenticas aves rechazadas por la sociedad.

Seguramente, por su elevado grado de sensibilidad unido a la crisis económica, la pérdida de un puesto de trabajo o ser querido, una crisis de pareja, etc un día se sintieron abatidos y dejaron de luchar, desplegando sus débiles y rotas alas hacia la parada llamada «Kaos».

En éste último vuelo unos optan por consumir estupefacientes, otros alcohol, otros se encierran en sí mismos pensando que la soledad es su mejor compañía y otros inventan amigos imaginarios porque necesitan creer que en su viaje no están solos.

Se van de nuestras vidas y nos substituyen por lo que ellos creen que es mejor. Se suben al tren del terror y en nosotros dejan sentimientos de abandono, frustración, dolor y tristeza, mucha tristeza, porqué nuestro instinto nos dice cuál es el final de su viaje.

Ante estas situaciones algunas personas deciden decir adiós en la estación y otras subir en el mismo tren, pero en otro vagón, el del sentido común, y acompañarlos en su viaje hasta el final. Yo opté por la segunda opción.

El viaje fue kafkiano. Abandoné mi vagón muchas veces para visitarlo en el suyo. La conversaciones eran monólogos; los consejos, inútiles; y los intentos, en vano. En ese momento no era consciente de que mi persistencia era una misión imposible. Al ángel le acompañaba la autodestrucción, a mi la cordura, la perseverancia y el amor. Pero el tren ya había entrado en un túnel sin fin.

Hace ya algo más de un mes decidí que la única opción que me quedaba era permanecer en su vagón y hacerle creer que en su mundo de fantasías irracionales estaba yo y que iba a acompañarlo hacia el rumbo que él había elegido. Con calma, serenidad y cierta astucia le convencí para bajar y descansar de nuestro viaje en una estación de vacaciones maravillosa llamada Hospital Lluis Alcanyis de Xativa.

Ahí comenzaron las vacaciones en el cielo. Llegamos el 15 de julio de éste año al Servicio de Urgencias y nos abrieron las puertas un magnífico equipo de profesionales y especialistas de una excelente calidad humana. Si en éstos casos la profesionalidad es importante, la sensibilidad, más. De ambas cosas tuvimos más de lo que nunca hubiera imaginado.

De Urgencias nos derivaron a la quinta planta, dónde tuvimos la grandisima suerte de caer en las manos de los profesionales dirigidos por la Doctora Doña Elena Lluch de medicina interna. Allí todo el equipo trabajó con esmero en hacer las primeras curas en las alas del ángel.

Las heridas que sufren personas así son más profundas que las evidentes y superficiales, por eso una vez terminadas las primeras curas nos derivaron a la planta baja dónde se encuentra la Unidad de Psiquiatría.

Si la entrada en Urgencias y la estancia en la quinta planta fue buena, en ésta unidad igual o mejor. En ella custodian a los ángeles dos nombres que pongo con mayúsculas y que son los de los doctores Don Alfonso Pedros y Doña Elena Diaz, junto con fabuloso equipo de personal sanitario que curan las heridas del alma, tanto de los pacientes como de sus familiares y amigos.

Quien lo desconoce no puede imaginar en qué consiste una unidad psiquiátrica, pero yo que lo he vivido puedo decir que es lo más similar a lo que pensaba que es el cielo. Repleto de ángeles perdidos que, por circunstancias que a cualquiera nos pueden ocurrir, siendo más vulnerables, perdieron el rumbo o se rindieron. Unos pensaron que podían volar desde los balcones o los puentes, otros que en las drogas o el alcohol estaba la solución a sus problemas y otros que en un momento de su vida perdieron el sentido o la dignidad. Pero todos ellos víctimas de sí mismos y de la sociedad.

Allí les dan calma, paz, ternura, hábitos y atenciones que habían olvidado. Diagnósticos y tratamientos que les, y nos ayudan a que las frustraciones e incomprensión se conviertan en ternura y esperanza y afloren sentimientos que desconocíamos tener. Allí ayudan a recuperar la armonía y un nuevo sentido de la vida, y en última instancia a reencontrar a esa persona mágica cuya magia te tocó para siempre.

Llegar a esa Unidad puede que sea la última parada del camino del sufrimiento para los enfermos y para quienes les queremos y, ver recuperar el brillo en sus ojos y alguna sonrisa, el inicio de un nuevo camino.

Aunque ya lo he dicho quiero reiterar mi agradecimiento a todo el hospital, especialmente a los doctores Elena Lluch, Elena Diaz y Alfonso Pedros, así como a las magníficas trabajadoras sociales del hospital Ana y Carmen, así como a mi querida Sole de los servicios sociales del ayuntamiento de Ontinyent y a Camisa de la sanidad de éste pueblo. Sin ellos hubiera sido imposible hacer el milagro de devolver las alas a un ángel, aunque ahora es necesario enseñarle otra vez a volar.

España puede tener algunas carencias, pero calidad humana y profesionales como los de aquí no hay en otro país.

Años anteriores pasé mis vacaciones en lugares lejanos, sorprendentes y encantadores, sin saber que tenía tan cerca de mi el rincón de los milagros, el paraíso, el hospital Lluis Alcanyis que deja en mí maravillosos recuerdos imborrables y una nueva oportunidad para ser feliz. Muchas gracias a todos.

Fdo. : Esther Tauroni

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